Se acerca la Operación Salida de Agosto
Mirar a lo lejos
Es el mejor consejo que se le puede dar a un conductor novel: levantar la barbilla y mirar a lo lejos. Cuanto más ancha y rápida sea la vía, más habrá que mirar al frente. Esta técnica nos permite anticiparnos a todo lo que pueda suceder por delante de nosotros y tener un valioso tiempo de reacción extra para evitar un accidente. Si vamos mirando a lo que sucede justo por delante del capó, nos daremos cuenta demasiado tarde de la situación de riesgo (un obstáculo, una retención, un peatón…) y no tendremos tiempo para evitarla o reducir sus consecuencias. Los coches que equipan frenada autónoma de emergencia (AEB) ayudan en este sentido, pero siempre es mejor que el conductor sea el que reconoce los peligros antes que los sistemas ADAS.
Mirar a lo lejos también ayuda a tener un campo visual más amplio y a que el cerebro gestione la información visual que recibe como un todo, centrándose solo en algún detalle concreto cuando detecte una señal de alerta (un objeto que aparece o cambia de comportamiento dentro del campo visual).
Además, mirar hacia el frente con la barbilla levantada ayuda a mantener una trayectoria recta de forma natural, sin necesidad de hacer constantes correcciones en el volante para mantenernos en el carril.
Barridos visuales
El perfecto complemento de la mirada al frente son los barridos de mirada transversales (de lado a lado) y longitudinales (desde cerca hacia más lejos), cuya intensidad cambia dependiendo de la vía. En ciudad rodamos a menos velocidad y con un horizonte de visión más cercano, por lo que no es necesario mirar tan lejos. Pero circulamos dentro de un entorno en el que tendremos muchas entradas a la vía desde los lados, principalmente de peatones y vehículos. Por este motivo, hay que hacer más barridos transversales a ambos lados; y de mayor anchura, para detectar personas u objetos que se puedan cruzar en nuestra trayectoria. En autopistas y autovías sucede lo opuesto: al haber pocas entradas y salidas, los barridos transversales serán poco frecuentes. En carreteras convencionales, con más entradas y salidas, así será más necesario mirar a izquierda y derecha con relativa frecuencia.
Visión periférica
La visión periférica es la habilidad de captar y reconocer la información o el movimiento que se desarrolla alrededor del punto sobre el que hemos fijado la visión. En otras palabras, es lo que somos capaces de ver “por el rabillo del ojo”.
Nuestro campo de visión normal es de unos 120º y la visión periférica nos permite tener hasta 180º. Gracias a ella, aunque no vemos los objetos que aparecen en los extremos de nuestro campo de visión enfocados y definidos; sí podemos percibir que ahí sucede algo que llama nuestra atención. A partir de ese momento se suele tardar 0,5 segundos en girar la cabeza y enfocar esa situación.
Mirar al frente amplía la profundidad de acción de la visión periférica, pues también percibir situaciones que se desarrollan “a los lados” muy por delante de nuestro coche. Hay que tener en cuenta que la visión periférica se reduce a medida que aumenta la velocidad a la que circulamos, por el efecto túnel.
Efecto túnel
El campo de visión se reduce con la velocidad por la forma de funcionar de nuestro cerebro. Cuanto mayor velocidad, más información por segundo le llega al cerebro. Para poder procesarla, nuestra mente limita esa información, descartando la que entiende que es menor importante por estar más lejos del foco de atención y más a los extremos de nuestro campo visual.
En parado nuestro campo de visión es de 120º, y el campo de visión cinético va reduciéndose con la velocidad. Por ejemplo, a 65 km/h se reduce hasta los 70 grados, mientras que a 100 km/h el campo de visión baja hasta solo 42°. A partir de 130 km/h, comienza a aparecer el efecto túnel, con solo 30º de visión.
Vas hacia donde miras
El fenómeno de la “fijación del objetivo” es que en momentos de tensión tendemos instintivamente a dirigir nuestro vehículo hacia donde apuntamos la vista. Y en una situación de riesgo, ese lugar suele ser el más peligroso: por ejemplo, el coche contra el que vamos a chocarnos. Los conductores que son conscientes de ese fenómeno son capaces de dirigir la vista, y el vehículo, hacia los puntos de escape de una situación de peligro.
Evaluar el entorno
Conducir de forma segura implica ir con mil ojos, mirando y evaluando constantemente todo lo que nos rodea para detectar posibles amenazas y estar prevenido frente a ellas. No solo vehículos, personas, animales… sino también el entorno: el asfalto, si hay cruces, salidas de caminos o de casas, zonas con mucha afluencia de personas…
Mirar al otro conductor y ver a través de otros coches
En muchas ocasiones no sabemos si otro conductor nos ha visto y va a tener en cuenta nuestra presencia antes de ejecutar una maniobra. Podemos asegurarnos de que nos han visto mirando a sus espejos retrovisores y buscando el contacto visual con él. Ese rápido cruce de miradas nos confirmará que nos ha visto; y él también será consciente de que nosotros sabemos que nos ha visto.
Cuando el tráfico es muy denso, mirar a través de los cristales de los vehículos que nos preceden nos ayuda a ampliar el campo visual y a recibir una alerta temprana. Gracias a ello podremos anticipar acontecimientos, por ejemplo, ver las luces de frenado del coche que va dos coches por delante de nosotros, y así poder frenar antes; o ver un obstáculo en la vía y no “comérnoslo” cuando el coche que nos precede lo esquiva en el último momento.
Los ángulos muertos y las zonas ciegas
El “ángulo muerto” es la zona que no alcanzan a recoger los retrovisores por el propio diseño del coche. La única forma de detectar sin posibilidad de fallo a otros vehículos en ángulo muerto es contar con la ayuda del detector de ángulo muerto (BDS) o del asistente de ángulo muerto (BSA), dos sistemas ADAS que incrementan notablemente la seguridad. Cuando no contamos con estos sistemas, la recomendación antes de hacer un cambio de carril es señalizar la maniobra, mover la cabeza hacia delante “buscando” en el retrovisor un posible vehículo oculto y hacer la maniobra suavemente.
Por otro lado, existen situaciones comunes en las que otros vehículos no nos permiten ver situaciones de riesgo. Por ejemplo, cuando el coche que va por delante comienza a frenar de un modo incomprensible para nosotros. Ese frenazo puede ser causado porque un peatón está empezando a cruzar la calle, peatón al que nosotros no vemos porque el coche nos lo tapa. Con las bajadas de viajeros de los autobuses pueden suceder situaciones similares.
Deslumbramientos
El sol puede deslumbrarnos mucho en verano y es importante llevar unas buenas gafas de sol y el parabrisas en perfecto estado. Por un lado, el cristal debe estar limpio; y por otro, no tener impactos, pues tanto la suciedad como los desperfectos en el parabrisas provocan peligrosos reflejos que dificultan la visión.
Ya sea a causa del sol, o por las luces largas, o mal orientadas, de otro vehículo por la noche; un deslumbramiento puede cegarnos momentáneamente y ser muy peligroso. En esas situaciones, lo primero es no mirar directamente a la fuente de luz, y dirigir la vista hacia una referencia que nos permita seguir circulando sin salirnos del carril. Lo mejor suele ser bajar la vista hacia la derecha, y buscar la línea de la carretera o el borde del arcén; usando la visión periférica para controlar el resto de la vía.
10. La limpieza del parabrisas
Otro momento en el que nos podemos quedar a ciegas es cuando usamos los limpiaparabrisas para limpiar el cristal, ya que la capa de barrillo y de insectos puede dejarnos sin apenas visión durante unos segundos (y a 120 km/h, recorremos más de 30 metros por segundo). Este efecto se intensifica con unas escobillas o un parabrisas en mal estado, o si lo hacemos con el sol de frente. En esa situación, mismo consejo que en un deslumbramiento: reducir la velocidad progresivamente y dirigir la vista hacia una referencia que nos permita seguir circulando sin salirnos del carril.