Ruta de Cedeiro a Viveiro
Comenzamos nuestro recorrido en la villa de Cedeira, que custodia la entrada a la ría del mismo nombre. Dicen algunos que su nombre procede del topónimo latino Cetaira, alusivo a práctica de los romanos de la captura de cetáceos, muy propicia desde este puerto, pues empujaban a los animales a esta pequeña bahía donde quedaban sin salida. Hoy Cedeira es una localidad que triplica su población en verano, por la creciente fama de sus playas y la belleza de su entorno, pero que constituye para nosotros el punto de arranque de una ruta por rincones menos multitudinarios. Conviene dejar el coche al otro lado del puente, en el paseo que se ofrece a la ría, y dar una vuelva por su casco histórico. La ría formada por el cauce del Condomiñas es pequeña, pero se encuentra jalonada por bonitas fachadas acristaladas, muy propias de la costa coruñesa. En lo alto de la colina que corona la villa se encuentra la iglesia parroquial de Santa María do Mar, de estilo gótico y levantada en el siglo XV, aunque con transformaciones posteriores. En la calle Real se encuentra el edificio del concello, donde podremos ver un azulejo alusivo al origen de la ciudad. Según la leyenda, esta villa fue fundada por el conde de Lanzarote que desde la Bretaña francesa vino a parar a estas costas, tras cometer deslealtad al rey Arturo. Merece la pena dar un paseo hasta el puerto; en el dique que lleva a la lonja de los Peinaos se encuentra el monumento dedicado a la mujer del pescador, enhiesta figura del escultor Guillermo Feal, un recuerdo a las sacrificadas mujeres que veían partir a sus maridos durante largos meses en plena temporada de capturas. Desde aquí se contempla una magnífica vista de la entrada a la ría, con la playa de la Magdalena justo enfrente; los atardeceres, como en casi toda nuestra ruta, son grandiosos. Mejores panorámicas obtendremos desde la ermita de San Antón de Corveiro, a la que se accede por la estrecha carretera que lleva a Punta Candieira (o Candelaria), y que data del siglo XVII. La punta Candieira es un espolón rocoso, un resalte salvaje de la costa que aquí empieza a mostrarse muy abrupta. Los ocho kilómetros que nos separan de Cedeira son realmente vertiginosos, y no aptos para personas con tendencia al vértigo. La carretera termina en un faro que lleva funcionando desde 1954, un lugar de solemne y agreste belleza en el que se respira la fuerza del imponente océano y en el que nos gustaría quedarnos toda una vida.
Regresamos a Cedeira para coger la no menos espectacular pista que conduce a San Andrés de Teixido, señalizada en el centro del pueblo. A través de bosquetes de pinos y eucaliptos, vamos ascendiendo poco a poco la sierra de A Capelada. A unos cinco kilómetros alcanzamos los miradores de Chan dos Cadris, en la parte izquierda de la carretera, donde podremos disfrutar de la panorámica más bella de San Andrés, especialmente si llegamos por la tarde (Ver enclave de San Andrés de Teixido). La sierra de A Capelada forma en esta parte de la costa los acantilados más altos de la Europa continental, si exceptuamos los noruegos de Hornelen (860 metros) y los irlandeses de Croaghaun (668 metros). Cuentan los geólogos que A Capelada es una auténtica reliquia, pues aquí se pueden encontrar los restos del choque de dos placas teutónicas del supercontinente Pangea, con algunas de las rocas más antiguas de La Tierra. Los caballos salvajes pastan a sus anchas en estas neblinosas laderas, que una vez al año se reúnen en los curros donde se celebra la Rapa das Bestas como en otras localidades de Galicia. Los piratas británicos arribaban por estas costas en su afán por atacar el puerto de La Coruña, y la estratégica panorámica que desde aquí se contemplaba era fundamental para articular la defensa. A unos pocos kilómetros de San Andrés, en dirección a Cariño, alcanzamos la garita o vixia de Herbeira, a 620 metros de altitud. La visión del horizonte, donde se confunde el cielo con el mar, resulta sobrecogedora. El viento es una constante en estas alturas, aprovechado por decenas de molinos eólicos que ponen una nota discordante en el paisaje. Cualquier momento puede ser bueno para asomarse por Herbeira, pero quizás los atardeceres soleados sean los más oportunos por el efecto del ocaso sobre el océano.
La carretera se precipita camino del pueblo pesquero de Cariño, que se abre en la ría de Ortigueira. Aunque su estructura urbana es un poco caótica, su entorno ofrece muchas posibilidades paisajísticas. Por otra pintoresca y estrecha carretera nos asomamos al cabo Ortegal, otro de esos lugares donde parece que acaba el mundo. Aquí se comenta que las aguas del Atlántico ceden su testigo al Cantábrico, en una línea imaginaria que fue trazada en tiempos inmemoriales. El rocoso cabo remata en una serie de islotes conocidos como Os Tres Aguillons, que el historiador griego Ptolomeo denominó en el sigloPromontorium Trileucum, Trileuco o las Tres Blancas, unos dicen que por el color de los excrementos de las aves que en ellos se depositaban, otros que por la forma en la que rompen las olas del mar embravecido. Más científicas son las teorías que aseguran que el cabo Ortegal tiene algunas de las rocas más antiguas de la Tierra, sólo comparables a otras encontradas en Terranova, Polonia y Australia cuando la tierra era una masa informe y un solo continente, el ya referido Pangea. A simple vista bien podría ser cierto, porque el paisaje realmente parece fracturado y roto por un gigantesco cataclismo, de unas dimensiones que apenas podemos imaginar. Apenas un kilómetro antes de alcanzar el cabo, en un desvío a la derecha, encontramos la encantadora ermita de San Xiao. Dicen que fue levantada sobre un antiguo templo romano y a ella se peregrina en romería desde Cariño el último sábado del mes de enero. También se cuenta que en sus proximidades está la Fonte da Moura, una roca a la que si te acercas y escuchas con atención, podrás oír el canto de un gallo atrapado en su interior.
Si el viajero no teme al mareo ni al oleaje del océano, es muy recomendable acercarse a estos parajes desde el Aula do Mar, una embarcación de pesca que el Ayuntamiento de Cariño ha habilitado para paseos turísticos. En un delicioso viaje de dos horas, podremos ver el cabo Ortegal, o los acantilados de A Capelada desde el mar, tal y como los piratas británicos del siglo XVII los veían, temerosos ante un posible naufragio.
El cabo Ortegal constituye el cierre occidental de la ría de Ortigueira, que forma una bonita ensenada en la desembocadura del río Mera, y es una de las mejor conservadas de Galicia. Como en la zona de Cedeira, aquí son también abundantes las mamoas o tumbas prehistóricas, y los castros celtas, apenas descubiertos por la arqueología. Ya en la Edad Media aparecen las primeras referencias a las tierras de “Orticaria”, y pronto comenzó a crecer gracias a las virtudes de su puerto pesquero. Su casco histórico es pequeño y algo deslabazado, especialmente por estar atravesado por una carretera de notable trasiego. Merece la pena dar un paseo por el entorno de la iglesia de Santa Marta y por su recoleto puerto. Más popular es el Festival do Mundo Celta, certamen que se celebra el segundo fin de semana del mes de julio y que atrae todos los años a miles de jóvenes para escuchar música folk y tradicional de los países celtas. Cuenta además Ortigueira con algunas playas espectaculares, de fina arena blanca y aguas trasparentes, donde la invitación al baño está garantizada, como la de Morouzos o la más salvaje de Espasante. Una de las más espectaculares y recónditas es la playa del Picón; aunque muy peligrosa para el baño, es un gustazo pasear por ella en bajamar, cuando la arena blanca contrasta con los acantilados que la rodean, como si de un inmenso anfiteatro se tratase. Se accede por la carretera N-642, tomando luego el desvío señalizado a la playa de Esteiro (parroquia de Loiba).
Para los amantes de la arqueología, es recomendable acercarse al Museo Ortegalia, donde encontraremos un recorrido por la historia del concello desde que el tiempo es tiempo, con reproducciones de algunos túmulos y dólmenes que resultan de difícil acceso por su ubicación. De los restos arqueológicos, el más interesante es el yacimiento de Punta dos Prados, en Espasante, un pequeño castro de los siglos IV-I a.C. que se asoma a la costa. Destaca sobre todo por su “sauna” o recinto de baños ritual que nos recuerda un tanto al de Ulaca, en Ávila, y que parece relacionado con la concepción de la guerra como una necesidad mística, un rito que requería de una purificación previa de los guerreros que en ella iban a participar.
También son muy interesantes algunas de las rutas de senderismo que nos proponen en la oficina de turismo, como la de Pena Furada, donde podremos contemplar la bellísima y virgen playa de Sarridal. Es muy recomendable consultar el horario de mareas para poder visitarla en bajamar, cuando el arenal se extiende bajo nuestros pies y resulta imposible resistirse a la tentación de caminar por ella. Al final del día, lo mejor que podemos hacer es asomarnos a contemplar el atardecer desde los muchos miradores del concello. Las mejores vistas aéreas se obtienen desde miradores como el de la Miranda o el de O Castelo do Casón, que guarda los restos de una fortaleza de los siglos XI y XII. Pero si queremos disfrutar del efecto del ocaso en el mar, es más recomendable el situado junto a la playa de San Antonio, en Espasante. No tendremos palabras para describir la inmensa gama cromática que disfrutaremos….
De O Barqueiro a Estaca de Bares: Al norte del norte
Continuamos nuestra ruta hacia el Este por la N-642, atravesando bosquetes de eucaliptos que a veces parecen devorar la carretera. Justo antes de abandonar la provincia de La Coruña alcanzamos Porto do Barqueiro, bonito pueblo de pescadores, escalonado junto a la ría de O Vicedo. Durante años la Xunta de Galicia incluía a este pueblo en sus guías de loc
alidades pintorescas, aunque lo cierto es que la conservación de su arquitectura popular no ha sido totalmente modélica. Es más su entorno, sus casas de colores y su curiosa disposición, la que dotan a O Barqueiro de un encanto peculiar, que se nos antoja más propio de la Galicia tradicional. Las casas parecen superponerse unas a otras, como si formasen una escalera. Su prosperidad nació al amparo de la Ría, y del servicio de transporte que aquí ofertaban los pescadores y barqueiros para cruzarla. En el puerto hay varias empresas que alquilan piraguas, lo cual no es mala opción para disfrutar de la ría de O Vicedo desde aguas coruñesas.
Abandonamos aquí la carretera nacional para tomar la AC-100, probablemente la carretera más septentrional de España, camino de la Estaca de Bares. Atravesaremos de nuevo bosquetes de eucaliptos, que de vez en cuando, permiten preciosas vistas de la ría. A unos 6 kilómetros alcanzamos el pueblecito de Bares, desde el que nos presentan dos alternativas. A la derecha bajaremos hasta el Porto de Bares, la población más al norte de la Península Ibérica, y uno de los pueblos más encantadores de la costa gallega. Apenas una ristra de casas arracimadas alrededor de su espléndida playa de arena fina y aguas cristalinas. Protegiéndola de los embates del océano, una escollera de enormes bloques de piedra que algunos historiadores han atribuido a los fenicios, basándose en las similitudes con otros diques parecidos en el Mediterráneo. Se cree que desde este puerto, los fenicios iniciaron sus primeros contactos comerciales con las islas Casitérides, que probablemente no eran otras que las británicas, de donde traían el estaño y otros valiosos metales. Hay un par de marisquerías en el pueblo, que bien merecen también una visita, donde poder darse un homenaje mirando al mar.
Volviendo al cruce de Bares, tomaremos ahora el desvío a la izquierda que nos lleva hasta el mismo faro de la Estaca de Bares. Apenas 200 metros antes, encontraremos un aparcamiento muy bien ordenado para dejar nuestro vehículo. Un guía improvisado suele ofrecerse a los turistas para explicarles las curiosidades del faro y su historia, pero es mucho más interesante bajar por el sendero que conduce a los peñascos del cabo: 500 metros donde parece que vamos a ser engullidos por el océano, en una paisaje marino de una belleza sobrecogedora.
El camino termina donde la tierra da paso a la roca viva, que se despeña en pequeños islotes azotados de continuo por el mar. Todavía hoy se sigue discutiendo si es aquí o en el vecino cabo Ortegal donde el Cantábrico se da la mano con el Atlántico. A finales del siglo XIX el insigne gallego Federico Maciñeira causó un gran impacto con una teoría muy sugerente; según Maciñeira este espolón era un lugar sagrado para el hombre antiguo desde tiempos prehistóricos, y lo argumentaba con los numerosos dólmenes y túmulos que se alinean a lo largo de la Sierra de la Faladoira, desde las inmediaciones de la localidad de As Pontes de García Rodríguez, a más de 50 kilómetros. Resulta ciertamente asombrosa la concentración de monumentos megalíticos, organizados en un eje norte-sur casi perfecto, que baja de la misma Estaca de Bares remontando la sierra. En sus inmediaciones se han localizado algunos túmulos que todavía no han sido completamente excavados, y que tal vez puedan darnos alguna pista interesante sobre este misterioso enigma.
Volviendo parcialmente al pueblecito de Bares, hemos dejado a nuestra derecha un pequeño desvío que ahora tomamos, y que nos conduce al llamado Semáforo de Bares. Hoy se trata de un encantador hotelito de naturaleza, desde el que se domina una panorámica bellísima del propio cabo, la ría de Ortigueira y la de O Vicedo. Este es uno de los lugares preferidos por los amantes de las aves para observar el paso migratorio de muchas especies procedentes del norte de Europa. Recibe su nombre porque este edificio fue antes una construcción militar que permitía la comunicación con los barcos mediante señales de colores, y que estuvo operativo hasta 1960.
De O Vicedo a Viveiro
Antes de abandonar O Barqueiro, es muy recomendable tomar la pequeña carretera local AC-4401 que remonta el río Sor, y sobre el que permite preciosas vistas de sus meandros y zonas boscosas. Dejamos atrás la provincia de A Coruña para entrar en la de Lugo por un puente de hierro que vuela sobre el río Sor, y que nos lleva hasta O Vicedo, donde tenemos dos metas inexcusables. Por un lado el mirador de San Román, a unos tres kilómetros del pueblo, que nos ofrece magníficas vistas de la
costa además de un área recreativa estupenda para pasar un día de picnic. En la vecina playa de San Román han encontrado recientemente los restos del primer asentamiento normando de Galicia, concretamente en la colina de Os Moutillós que está siendo investigando. De otra parte, es recomendable la subida hasta el mirador del Parque eólico de Riobarba, donde se domina una bonita panorámica de la ría de O Vicedo. Desde aquí podremos ver la isla Coelleira, en medio de la ría, donde antaño se levantó el monasterio de San Miguel de Quonicularia y que luego pertenecería a los caballeros templarios, de los cuales se cuentan numerosas leyendas. Una de ellas asegura que se produjo una gran matanza en la isla cuando por mandato del rey de Francia Felipe el Hermoso, la orden fue suprimida; sólo salvo la vida un freire, camuflado de paisano, que se refugió en una casa que desde entonces lleva su nombre en el centro de Vicedo, junto a la plaza de Xilloi. También se dice que en la vecina isla de San Martiño, en el estuario del Sor, se erigía el primer monasterio femenino de toda Galicia y del que tampoco nada queda, más que la belleza del enclave.
Proseguimos nuestro camino hasta llegar a la noble villa de Viveiro, verdadera capital de esta mariña alta de Lugo y principal conjunto histórico de nuestra ruta. Los romanos ya consideraron ideal su emplazamiento para la ubicación de un puerto de pesca de bajura y navegación de cabotaje. Con el crecimiento de una pequeña comunidad de comerciantes, se hizo necesario dotar a la villa
e un recinto amurallado. La porta do Valado tiene sus orígenes en aquel primer recinto, aunque es en la Edad Media cuando Viveiro alcanza su mayor crecimiento. En los siglos XIIy XIII se refuerzan las murallas que hoy vemos, y se levanta la iglesia de Santa María del Campo, en el centro de la ciudad. No se pierda el viajero algunas de las reliquias que atesora, traídas de Roma en el siglo XVI por el jesuita Juan García Vinceda. La entrada en el casco antiguo ha de hacerse por la Puerta de Carlos V, que aunque era medieval en origen, hoy es un bello arco renacentista dedicado al emperador. En la parte posterior de la puerta se encuentra la imagen de San Roque, patrón de los viveirenses desde que les librara de la peste bubónica. Esta puerta constituye el monumento más conocido de Viveiro, pero tristemente se encuentra a los pies del paseo marítimo y del puente que cruza la ría, lo que repercute en verano en un intenso tráfico rodado que no permite apreciarla con tranquilidad. El interior del casco histórico, casi enteramente peatonal, invita más al paseo y al descubrimiento. No lejos de la menciona iglesia de Santa María, se encuentra el convento de la Concepción, erigido en el XVII con una iglesia muy sencilla; contrasta su fachada barroca con la réplica de gruta de Lourdes situada justo enfrente, y llena habitualmente de curiosos exvotos de cera imitando a la cueva original francesa. Es ciertamente extraño este curioso pastiche kitsch, y no podemos evitar pensar que poco o nada tiene que ver con este conjunto histórico tan gallego y tan cantábrico al mismo tiempo.
Al otro lado del convento se abre la calexa das monjas, probablemente la rua más típica de Viveiro y una de las pocas que conserva su adoquinado original. Al fondo la calle se cierra con la ya mencionada porta do Valado, por la que entraba el cardo romano. Volvemos a la plaza mayor, centro neurálgico de la villa ayer y hoy, muy animada en los días de mercado. Aquí se encuentra la estatua a D. Nicomedes Pastor, político y poeta decimonónico, que dio fama a la
ciudad y que está enterrado en la iglesia de San Francisco, extramuros. Por cierto, este templo tiene uno de los ábsides góticos más bellos de toda Galicia que sería imperdonable no visitar.
En los alrededores de Viveiro hay varios lugares de una belleza natural indiscutible, y todos ellos muy accesibles. En la parroquia de Faro, tras superar la playa de Area (muy apropiada para el baño), se encuentra el monte Faro. Aquí se cuenta una leyenda que nos recuerda a la del lago de Sanabria, en Zamora; existía una laguna que enterró un pueblo llamado Estabañón y dicen los lugareños que en las noches de San Juan aún se oyen repicar las campanas de su iglesia. Aunque no seamos capaces de ver este pueblo sumergido, seguro que las vistas desde el mirador del monte Faro no nos defraudarán.
Otra panorámica diferente pero también espectacular de la ría de Viveiro se obtiene desde el Monte de San Roque. Tres kilómetros de una sinuosa carretera, que sale junto a la iglesia de San Francisco, nos separan de esta colina donde se encuentra una recoleta ermita y una preciosa área recreativa para pasar un día en el campo. La madrugada del 16 de agosto se sube en romería hasta la ermita para procesionar al santo, y tomar chocolate al amanecer. Pero casi todo el mundo acude al monte para contemplar las preciosas vistas que se disfrutan desde su mirador, y que abarcan toda la ría de Viveiro, la desembocadura del Landro, y las playas de Area y de Covas.
Regresando de nuevo a Viveiro, no podemos irnos sin visitar uno de sus monumentos naturales más insignes, el Souto da Retorta. Se trata de uno de los mayores bosques de eucaliptos de toda Galicia, y cuenta con el árbol más alto de España, apodado O Avó (“el Abuelo”), de 67 metros de altura y más de 10 de perímetro. Todo en este pequeño bosquete es superlativo, dando la sensación de haber sido creado por gigantes. Para contemplar esta maravilla debemos ir hasta la parroquia de Chavín, a unos 7 kilómetros de Viveiro. Tomando como referencia el puente sobre la ría debemos seguir las señalespor la LU-540 en dirección a Lugo; a unos 3 kilómetros alcanzamos un cruce, a la altura de un puente sobre el río Landro, donde giraremos a la izquierda por la LU-161, una carretera local que asciende suavemente y tras pasar algunas parroquias nos lleva a Chavín. Justo a la salida del pueblo hay una explanada en la parte derecha de la carretera, junto a un pobre cartel indicador de las principales características del monumento natural (hay que prestar atención, está justo enfrente de una nave de Vestas de color verde). A pesar de esta presentación poco llamativa, el camino no tiene pérdida, y pronto nos daremos cuenta que el desvío ha merecido la pena. Por detrás del aparcamiento comienza una senda que conforma un itinerario circular, sin apenas desniveles, que nos llevará unos 45-60 minutos recorrer con tranquilidad. El río Landro es el vertebrador del bosque, y en sus riberas se encuentran algunos de los ejemplares más espectaculares de eucaliptos, que fueron plantados precisamente para drenar los humedales y barrizales que formaba el cauce en este paraje. Un canal paralelo aprovecha el agua del río para regular su caudal y suministrar potencia a una antigua fábrica de luz. El paraje es encantador y muy agradable para el paseo matutino o vespertino, aunque a nivel botánico el eucalipto ha fagocitado los intentos de crecimiento de otras especies vegetales. Al llegar a un meandro del río, un poco hacia nuestra izquierda en medio de una pradera y aislado del resto, encontramos el Abuelo, O Avó en gallego. No estamos exagerando si decimos que se necesitan seis personas con los brazos extendidos para poder abrazarlo entero; pero si nos fijamos bien en el entorno, observaremos que algunos ejemplares cercanos no le van a la zaga y lucen también un porte grandioso. Un poco más allá se encuentra la central hidroeléctrica que forma una bonita cascada, y que pone el cierre a la ruta.
Ficha técnica ruta
Hasta Cedeira podemos llegar por la A-6 hasta Baamonde, luego la A-8 hasta Villalba, y la AG-64 en dirección a Ferrol. Poco después de pasar As Pontes de García Rodríguez encontraremos el desvío hasta esta localidad por la AC-110 y la AC-102. Desde Madrid dista unos 610 kms.
¿Qué visitar?
El horario de las mareas del Cantábrico se puede consultar en la web del Puerto de Gijón:
La comarca de Ferrol-Ortegal tiene una web muy interesante sobre sus recursos turísticos:www.turismodeortegal.com
La Fundación Ortegalia realiza recorridos guiados por el patrimonio arqueológico de la comarca, y organiza interesantes exposiciones culturales en el museo que tiene en Ortigueira. En la web del Ayuntamiento de Viveiro podremos descargarnos un plano de la localidad y obtener información sobre todos sus monumentos.
¿Donde comer?
En Viveiro os recomendamos el mesón Xoquín (calle Irmans Vilar Ponte 19), con buenas raciones de pulpo, chipirones, mejillones al vapor, zamubiras y otros productos del mar a un precio más que razonable. En Chavín se come muy buena carne asada en el mesón Pumariño. En Porto do Bares tiene muy buenas materias primas el restaurante marisquería La Marina, aunque a un precio algo más elevado.
¿Donde dormir?
No podemos más que recomendar dos establecimientos, pero que sin duda no defraudarán a nadie. Son dos casas rurales ubicadas en las proximidades de Ortigueira, Casa Miñeixa y Casa Veiga, ambas de la misma familia. Instalaciones muy completas, muy limpias, tranquilidad total, perfecta ubicación (no demasiado aisladas), y lo mejor, un trato maravilloso que os hará sentiros como en casa.