Adios a Paco Costas, el pionero en seguridad vial
Vitalista, emprendedor, de gran espíritu didáctico, Paco Costas fue una personalidad irrepetible que ayudó a los españoles a desarrollar su convivencia sobre el automóvil.
Paco Costas fue único y no habrá dos iguales como él. El mejor elogio que puede dedicarse a alguien que deja huella en los demás, como hizo Paco con muchos de los que tuvimos la suerte de conocerle en persona. O a través de la televisión.
Siempre vi en Paco a aquellos españoles producto de la posguerra dispuestos a comerse la vida, tanto para progresar como para disfrutarla, provistos de una tenacidad y fuerza vital increíbles. Había nacido con una pila atómica con la que se bebía todo lo que la existencia le ponía por delante. Y siempre quiso compartir aquel inmenso caudal vital que acumuló con quienes le rodeaban.
Paco tenía genio y temperamento en su doble sentido, tanto de carácter como de creador. Fue una persona extraordinariamente rica e interesante porque como ser humano albergaba una amplia paleta de rasgos. Duro, decidido y valiente, cariñoso, sensible y empático. Con los años, acumuló gran experiencia por lo vivido, y porque siempre buscó pulirse con sus muchas lecturas. Comparte momentos con alguien de mundo que además lea y la experiencia nunca te dejará indiferente. Si además era tan divertido como Paco, el paquete era completo.
Amaba la vida
Paco era muy popular en España, pero tuve la suerte de conocer al personaje y a la persona. En su caso, afortunadamente coincidían ambos. Comprendí que el Paco Costas de la ‘Segunda Oportunidad’ y otros programas era alguien genuinamente preocupado y comprometido con la seguridad vial. Fue piloto de carreras, como tantas otras cosas en su existencia.
Por ello comprendió pronto que no valía la pena perder el regalo que es la vida por la estupidez o la mala suerte al volante. Y se esforzó para que todo el mundo lo entendiera. Cada vez que nos veíamos me recordaba ese viaje al Gran Cañón del Colorado desde Phoenix, conducción interminable a 55 millas por hora. En un momento dado, le venció el sueño por unos segundos. Entre que le cogí el volante y reaccionó él, salvó la salida de la carretera. Y me lo recordaba siempre divertido, pero también con una especie de reproche hacia sí mismo por permitirse un despiste que pudo ser fatal.
“Paco, mira….”
Disfrutaba entre divertido y embobado escuchando sus experiencias y aventuras, porque las vivió de todos los colores. Era un libro abierto de vida. Si no respetabas y aprovechabas esa sabiduría, eras un estúpido. Me enseñó lecciones que nunca he olvidado. Pero en la Fórmula 1 también pude entender quién era Paco Costas. A finales de los ochenta aún era un mundo hermético, donde solo a base de años podrías hacerte un hueco. Sin un medio potente al que representar, eras anónimo. Y si eras español, casi un paria, como él decía.
Pero Paco conocía a todo el mundo por sí mismo, por su personalidad y carácter. Hasta los pilotos más curtidos le respetaban, porque entendían pronto que detrás de esas canas un poco prematuras residía un espíritu de mundo y un tipo curtido en la vida. Que rezumaba pasión por la Fórmula 1 y por las carreras, pero también mucho respeto por ellos. Porque Paco siempre tenía presente que se jugaban la vida. Como un conductor normal en la carretera.
Eso sí, te decia, “Javi, Ayrton Senna también se sienta en una taza de váter, cómo tú y yo”. Nunca olvidé aquella lección. Pero la mayor muestra de ese respeto se la proporcionaba el mismísimo Senna. Tanto él propio Paco, como yo, como tantos otros, admirábamos al brasileño porque vivíamos en directo sus proezas. Esa rica paleta de carácter de Paco comprendía aquella que Senna también albergaba en su seno. Aún recuerdo como si fuera hoy cuando Paco salió admirado y hasta emocionado del motorhome de McLaren tras haber estado charlando con el brasileño para una entrevista. Senna tenía la Biblia en sus manos. Lo de menos fue la entrevista. A Paco le gustaba mucho preguntarle en las ruedas de prensa. Entonces, había mucho menos acceso a los pilotos. Pero casi siempre Senna comenzaba su respuesta llamando a Paco por su nombre. “Paco, mira…” o “pues sí, Paco…”. No lo hacía con casi nadie. Y yo, bisoño aprendiz, me llenaba de sana envidia, pero también de respeto hacia Paco. Porque para llegar a aquel “mira Paco” había que haber recorrido un largo camino. Murió Senna y Paco se retiró de la Fórmula 1.
Popular años después
Tantos años después, Paco Costas sigue muy presente en muchos españoles. Porque fue irrepetible. Siempre lo pensé, y me reafirmé al leerlo este miércoles en Twitter en otro televisivo como Miguel Angel Roselló. “Paco Costas fue el Félix Rodríguez de la Fuente del automovilismo”, apuntaba como homenaje tras su fallecimiento. Admirador eterno como lo soy del naturalista, me atrevería a añadir con el mayor respeto hacia este que, en aquella España televisiva, Rodríguez de la Fuente fue también un Paco Costas de la Naturaleza.
Decía el psiquiatra suizo Carl Jung que la vida no vivida es una vida de la que se puede morir. Desde luego, no fue tu caso Paco, porque viviste la tuya a tope. Muchos tuvimos la suerte de compartirla contigo en algunos momentos, de aprender junto a ti. Y, “Mira Paco… gracias por todo”.